miércoles, 17 de marzo de 2010

Operación Gato

Estimado Hank:

Éramos conscientes de la complejidad de la misión. Un objetivo inalcanzable, no imposible. Dos ibuprofenos. El sombrero bien colocado, el equipo listo y el micrófono entre mis dedos. Fredo, sujeta la cámara y guía mis movimientos. El entusiasmo se mantiene intacto, aunque no era el día más propicio para que aflorase.
No se puede decir que no lo intentamos, que no estuvimos avezados y atentos a las pocas ocasiones que se nos presentaron, pero, finalmente, la Operación Gato terminó con un desenlace para nada satisfactorio. No en vano, el sueño no se evapora, pese al desánimo. Las collejas de Faizullin doblaron mi columna pero no me la partieron.
Nos sumergimos entre la multitud. Preguntamos sin pelos en la lengua y comprobamos que la imaginación descansa los domingos por la noche. Encuestas que arrojan una futura propensión al nudismo si Casillas, objetivo de nuestra misión, levanta la Copa del Mundo de aquí a unos meses.
Ya dentro del vetusto estadio José Zorrilla y antes de que el encuentro de la vomitiva manipulación informativa comenzase, Miguel Delibes recibió un homenaje precioso y brillante. Un minuto de prosa sobre su afición al fútbol y al Real Valladolid extraído de su libro "Mi vida al aire libre". Sesenta segundos en los que sólo se escuchó la pluma del "maestro" y que desataron el aplauso más largo que se recuerda en el estadio de La Pulmonía.
Después, la paloma que se soltó como colofón al entrañable acto sobrevoló el área en el que atacó durante el primer tiempo el Real Valladolid. Como si el alma del escritor quisiese también empujar hacia la machada.
Ésta, como todo en este frío domingo, resultó imposible. Primer varapalo, aunque ya habíamos curtido nuestras posaderas para dicho puntapié. 1-4, y el divismo blanco que se apodera de nuestra casa, no solo sobre el verde mimado por Jesús Navarro. También nos marca pautas y nos aprieta los grilletes para contar la historia como les conviene. No es nuevo. Su voz suena más alto. Nada más.
El Santo se escapa. La divina providencia no se alía conmigo y, ni siquiera Arbeloa, a pesar de que se mostraba conforme, atiende a nuestras plegarias. Un "maldito bastardo" (y no era el teniente Aldo Rein) con apariencia demoníaca me lo impide.
El camino hacia la ensoñación se torna empedrado y angosto. Da igual. Ésta sigue siendo tangible. Con vuestro apoyo en las redes sociales y en este humilde blog, la senda hacia Sudáfrica se allanará. Entonces, podré compartir con vosotros el sueño que todos tenemos. Ser el altavoz de cómo lo vivís y cómo lo sentís. Relatar por qué la pasión por la roja os hace llorar de alegría.
Viví algo que se asemeja en Viena. Pero, de momento, mi última referencia alude a la edición de Francia 1998. Ya se andará...

3 comentarios:

  1. Beautiful words!! A seguir luchando y si llueve se moja!!

    ResponderEliminar
  2. menudo maldito bastardo el tío. Qué amargado. Fuera el Florentinato y la manipulación mediática. Ni Goebbles

    ResponderEliminar