martes, 23 de marzo de 2010

Legendario III

Estimado Hank:

La multitud nos atrajo como unos tacones rojos de diez centímetros. Sin saber cómo llegamos a la plaza donde se sitúa la Catedral de Viena y donde confluía toda la algarabía que la bulliciosa afición española exhibía sin complejos. Habíamos efectuado con entusiasmo el calentamiento o rodaje, como prefieran, y estábamos más que preparados para vivir con frenesí lo que se nos presentase en las horas previas a la final de la Eurocopa.
Empero, teníamos varias tareas que realizar antes de mezclarnos entre la hinchada. La primera, regatear varias camisetas y bufandas conmemorativas que certificasen nuestra hazaña a pesar de las pruebas gráficas. La segunda, y más complicada, pintar nuestros rostros de rojo y gualda antes de permitir que el furor que fluía por nuestras venas nos negase el raciocinio, el cual ya estaba bastante mermado de por si.
Ya habíamos mantenido el primer contacto con varios grupos de Erasmus que también cubrieron cientos de kilómetros hasta aterrizar en Viena. Sus sensaciones, idénticas. El calor, sofocante, para nuestro regocijo. Ya me entienden. Cantamos y bailamos con defectuosa coordinación al compás de la charanga y los himnos que durante aquel torneo se extendieron. Asimismo, nos acordamos de la novia de algún jugador alemán que, en nuestra canción, le ponía los cuernos con un corajudo central del combinado nacional. Al enemigo, ni agua. Cerveza, a lo mejor. Sólo si se pueden hacer "business".
No obstante, nos apartamos un poco para acometer nuestra obra pictórica. Millu empezó con javi, mientras yo observaba el estropicio. Después, Javi siguió con Millu. Algo mejor, pero yo ya tenía claro que ninguno de los dos iba a ser el que embadurnase mi cara de rojo y amarillo.
Hacían lo que podían y yo, pobre de mi, me encargaba de compartir nuestros colores con las austríacas que se acercaban a nosotros con el objetivo de lucirlos también. Hasta unas señoras que parecían las chicas de oro se fueron con nuestra serigrafía en sus mejillas. Al igual que una despistada pareja de turistas ingleses que parecían vivir ajenos al fútbol. Horas más tarde se unieron a nosotros en la apoteósica celebración. La furia roja se contagia. Qué le vamos a hacer.
En una de estas, y en uno de los pocos ataques de agudeza que me quedaban, logré con el "sorry, can you paint me" que una "agradable" austríaca realizase una obra de arte que no sé si supe agradecerle debidamente. El resultado, grandioso, pues, ipso facto, mis secuaces me colgaron la medalla de oro, a pesar de que, en las fotos, algunos me comparen con una tortuga ninja. Mi favorita era Donatello.


3 comentarios:

  1. jajaja! ke grande! rafael llevaba la cinta roja me parece a mi!

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  2. ÁNIMO ANTONIO!!!! EL VIDEO ESTÁ GENIAL Y CONTAMOS CON TU HACHA!!! A POR TODAS!!!!;)

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  3. jajaja, te sienta bien el rojo! vas al mundial este año?

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