martes, 6 de abril de 2010

Legendario IV



Legendario IV

Estimado Hank:

Buenas noches. Tras varios "escupitajo-post" comentando las andanzas junto a mi fiel escudero prosigo con mi relato sobre la jornada que viví en Viena, cuando el combinado nacional se despojó de sus ataduras y maravilló al mundo con su fútbol sinfónico.
Nos hallamos en la plaza en la que su ubica la Catedral de Viena. La afición española se apoderó de ella. Enloquecía bajo su sombra alargada y se desgañitaba con cada cántico, con conga de colofón.
A ritmo de olé, los toreros se hacían fotos con Chewaka y con alguna seguidora alemana marcada estrechamente por su novio. Mientras, los austríacos, anestesiados por la magia de la roja y contagiados por la "fiesta" española, agriaban el rostro de los teutones, que optaron por alejarse de nuestra zona de influencia.
Fueron instantes de furor y magia. De imágenes simbólicas, como la de aquella bandera "made in Alcorcón", cuyo tamaño obligó a quitar la germánica que había al lado en aquel balcón. Toda la plaza coreó ese momento. Al unísono. La primera batalla parecía ganada.
Horas de ritmo y delirio colectivo. Enajenación mental transitoria auspiciada por el histórico momento que la magnánima Viena estaba acogiendo bajo un sol radiante. Quedaba poco para el partido y el calentamiento había sido más que satisfactorio, a pesar de que me hubiese gustado robarle el megáfono al chico de la peluca que se subió encima del chiringito que aprovisionaba al respetable. Mis cuerdas vocales griparon a escasas tres horas de que comenzase la "Wienale". No me importó.

4 comentarios: